jueves, 28 de enero de 2016

EL SUEÑO DEL ALMA




Con frecuencia, oímos decir que existen unos seres más evolucionados espiritualmente que otros, convirtiendo de esta manera la espiritualidad en una forma de competición para ver quien está más adelantado en el camino. La verdad es que esta manera de pensar constituye uno de los mayores errores que cometemos cuando comenzamos a abrirnos al mundo espiritual. La realidad es que todos somos iguales, todos somos almas perfectas y nuestro origen es exactamente el mismo.

Todos somos seres espirituales viviendo una experiencia dentro de un cuerpo físico, aunque lo que experimentamos dentro de ese cuerpo nos parece tan real que terminamos identificándonos con él y acabamos por olvidar cual es nuestro origen verdadero. Para el cuerpo lo único que parece real es lo que percibe con los cinco sentidos, pero esta idea no es más que una ilusión. Nuestra verdadera naturaleza va mucho más allá del cuerpo en el que nos encontramos en este momento. Nuestro espíritu (o alma) es la parte más real de nosotros, ya que siempre permanece intacta, es nuestro verdadero YO, en el que se van acumulando todas las experiencias que hemos vivido a lo largo de nuestra existencia.

En el alma se encuentran todos los recuerdos de quienes hemos sido, mientras que nuestro cuerpo no es más que el traje con el que se ha vestido nuestra alma para vivir una experiencia física concreta. Va cambiando con el paso del tiempo y llega un momento en el que tenemos que dejarlo atrás porque se ha deteriorado tanto que no es capaz de seguir adelante.

Por lo tanto, nuestro cuerpo no es nuestro auténtico ser.

Podemos comparar el viaje del alma con un día en nuestra vida.

Cuando el día comienza, nos levantamos y planificamos lo que haremos durante la jornada, luego nos vestimos y salimos a vivir experiencias. Cuando llega la noche, recapacitamos sobre lo que hemos hecho durante el día, nos quitamos la ropa y nos vamos a dormir. En una escala diferente, cuando el alma decide encarnarse, es decir, vestirse con un nuevo cuerpo físico, es como si entrara en un profundo sueño y comenzara a vivir dentro de esa fantasía como si fuera real, olvidando su procedencia e identificándose con su personalidad y con su nuevo “traje”.

Cuando el alma abandona este cuerpo físico, nace a un estado en el que es capaz de sentir y experimentar plenamente su verdadera esencia. En ese momento, pasamos a ser espíritus puros, y se podría decir que es entonces cuando estamos totalmente despiertos. Dejamos de identificarnos con nuestro cuerpo y nos vemos tal y como verdaderamente somos. Entonces, tomando como ejemplo esta metáfora, nuestra tarea consistirá en ir despertando poco a poco desde la realidad física (el sueño) a la realidad espiritual (estar despierto). Se está más o menos despierto en la medida en que se es consciente de la parte espiritual en cada uno.

¿Qué enseñanza podemos sacar de todo esto? Pues en verdad, la moraleja más importante es la siguiente: tú eres el soñador. Y de la mismo forma en que en ocasiones te das cuenta de que estás soñando mientras duermes y cambias conscientemente lo que ocurre dentro de tu sueño, puedes hacer lo mismo con lo que pasa en tu vida.

Si estás viviendo una vida feliz (dulces sueños), sigue adelante. Pero si estás viviendo una vida llena de infelicidad (pesadilla) cámbiala. ¿Cómo? Cambiando la forma en la que piensas habitualmente. Recordando que tú tienes el poder, que tú cuerpo no eres tú y que lo que está ocurriendo no es más que un mal sueño y que puedes despertarte cuando quieras entrando en contacto con tu verdadero ser, es decir, con la LUZ DE TU ESPIRITU.

 
     FUENTE universoshanti.com

domingo, 24 de enero de 2016

EL EGO Y LOS OTROS


 

 

Muchos de nosotros nos identificamos con la voz de la mente, con ese torrente incesante de pensamientos involuntarios y las emociones que los acompañan, creyendo que somos el pensador. Sin embargo, no podemos olvidar que en cada pensamiento, en cada recuerdo, interpretación, opinión, punto de vista, reacción y emoción está el ego. El contenido de la mente está condicionado por el pasado, la crianza, la cultura, la historia familiar, etc. Toda la actividad mental consta de pensamientos y emociones con los que nos identificamos, en la mayoría de casos cuando decimos “yo” es el ego quien habla, no nosotros. El ego consta de pensamiento y emoción, un paquete de recuerdos que identificamos con “yo y mi historia”, de papeles que representamos habitualmente sin saberlo, de identificaciones colectivas como la nacionalidad, la religión, la raza, la clase social etc. También contiene identificaciones personales, no solamente con los bienes materiales sino también con las opiniones, la apariencia externa, los resentimientos acumulados o las ideas de ser superiores o inferiores a los demás. Aunque el contenido varía de una persona a otra, en todo ego opera la misma estructura, en el fondo todos los egos son iguales.
 

¿En qué sentido son iguales?

 

Los egos viven de la identificación y la separación. Cuando vivimos a través del ser emanado de la mente, constituido por pensamientos y emociones, la base de nuestra identidad es precaria porque el pensamiento y las emociones son, por naturaleza, efímeros y pasajeros. Así, el ego lucha por sobrevivir, tratando de protegerse y engrandecerse. Para mantener el pensamiento del Yo necesita el pensamiento opuesto de “el otro”. El “yo” conceptual no puede sobrevivir sin el “otro” conceptual. Los otros son más “otros” cuando los vemos como enemigos.

 

En un extremo de la escala de este patrón egotista inconsciente está el hábito compulsivo de hallar fallos en los demás y quejarse de ellos. En otro extremo de la escala está la violencia física entre los individuos y la guerra entre naciones. Obviamente, cuando criticamos o condenamos al otro, nos sentimos más grandes y superiores.

 

Algunos egos sobreviven a base de lamentos únicamente, quizás porque no tiene mucho más con lo cual identificarse. Cuando somos presa de esa clase de ego, nos lamentamos habitualmente, en particular de los demás, lo hacemos inconscientemente, lo cual significa que no sabemos lo que hacemos. Aplicar rótulos mentales negativos a los demás, ya sea en su cara o cuando se habla de ellos con otros, suele ser uno de los componentes de este patrón. El resentimiento es la emoción que acompaña a las lamentaciones y a los rótulos mentales, y refuerza todavía más el ego, equivale a sentir amargura, indignación, agravio u ofensa. Algunas veces, la “falta” que percibimos en otra persona ni siquiera existe. Es una interpretación equivocada, una proyección de una mente condicionada para ver enemigos en los demás y elevarse por encima de ellos.

 

No reaccionar al ego de los demás es una de las formas más eficaces no solamente de trascender el ego propio sino también de disolver el ego colectivo de los seres humanos. Pero solo podemos estar en un estado donde no hay reacción si podemos reconocer que el comportamiento del otro viene del ego, que es una expresión de la disfunción colectiva de la humanidad. Cuando reconocemos que no es personal, se pierde la compulsión de reaccionar como si lo fuera, haciendo aflorar la cordura en los demás, es decir, oponer la conciencia incondicionada a la condicionada. En ocasiones quizás sea necesario tomar medidas prácticas para protegernos contra personas profundamente inconscientes, y podemos hacerlo sin crear enemistad. Sin embargo, la mayor protección es permanecer en la conciencia.

 

Tratar de atrapar a la voz de nuestra mente en el momento mismo en que se queja de algo, reconocerla por lo que es: la voz del ego, nada más que un patrón mental condicionado, un pensamiento. Cada vez que tomemos nota de esa voz, nos daremos cuenta de que no somos la voz, sino el que toma conciencia de ella. Así nos liberaremos del ego, de la mente no observada. Tan pronto como tomemos conciencia del ego, dejara de existir convirtiéndose en un viejo patrón mental condicionado.

 

El ego implica inconciencia…la conciencia y el ego no pueden coexistir.

miércoles, 13 de enero de 2016

A.D.N. BASURA.




 

Nuestro “llamado” ADN basura es electromagnético, es energía en bruto; La energía no puede ser destruida, así que ¿Dónde está? Podría la respuesta ser que nuestro ADN no accesible es nuestra conciencia multidimensional, y debido a las limitaciones de nuestro cuerpo, no puede ser utilizado en el espacio interior y, por tanto, es proyectado en el espacio exterior?...En línea con la dualidad/polaridad.


La física cuántica demuestra que nuestro mundo percibido es una ilusión y cuando prestamos atención a ello, lo investigamos, observamos, nos encontramos con que es un mundo artificial hecho de geometría fractal basado en la espiral de Fibonacci y la proporción Aurea.


La inhalación

 
Nuestro planeta, la Tierra, respira una vez al año: la toma de aliento tiene lugar durante los cuatro días del Solsticio de Invierno –diciembre 19 hasta el 22, y la exhalación en el Solsticio de Verano- del 19 al 22 de junio.

La resonancia colectiva de la conciencia humana en el Solsticio de Invierno (inhalación) es fundamental para el bienestar de la vida en la Tierra, y tenemos que tener en cuenta que nuestro planeta es una imagen espejo de nuestra conciencia colectiva.


El mundo físico es una imagen, un reflejo de nuestro estado,  si somos violentos, si existe una división de la conciencia, nuestra negatividad colectiva, nuestro egoísmo y nuestra predilección por lo negativo se acumula en el campo energético de nuestro planeta, haciéndolo alcanzar una masa crítica que nos arrastrara a nosotros.

 
La rejilla electromagnética de la Tierra está cubierta de puntos de poder, con meridianos energéticos donde el pulso electromagnético es más fuerte y vibrante. Lugares antiguos, castillos situados en Líneas Ley, templos del Sol, megalitos y sitios sagrados indígenas marcan estos puntos de poder.


Estos puntos pueden ser utilizados en:

 
Los Solsticios.

Las Lunas nuevas y llenas.

Los eclipses y tránsitos.

Las alineaciones celestes.

 
Estamos al final de un Gran Año Cósmico, y estamos dispuestos a participar en la “evolución de nuestra oleada de vida” en este cambio de Era. Pero existen fuerzas que están retrasando el proceso.

Lo hacen a través de la liberación constante de energía negativa, con guerras, con el sacrificio de animales, con desinformación de terror para implantar el miedo en nuestros corazones y bloquear nuestro fluir.

 
Durante los tres primeros años del re-inicio, (diciembre 2012-2015, hemos visto el aumento de sufrimiento en este plano. 2016 es el año de la restauración. Todo se está saboteando deliberadamente distorsionando la red de la vida.

Muchos de nosotros somos conscientes de lo que está pasando, el espectro de la  III Guerra Mundial está haciendo estragos en nuestro cuerpo emocional, las guerras civiles en África y el Medio Oriente… miles de personas huyendo de sus hogares, sequias/inundaciones diseñadas; el hambre, la vigilancia electrónica y la opresión. Todo esto condiciona nuestra vida haciéndonos perder la conexión con nuestro ser.


Y mientras tanto…la manada es capturada rápidamente dentro del hechizo serpentino…deseándolo todo, y pisoteándose entre sí por un televisor.

 
Cuando comprendemos el sacrificio de nuestro mundo, y deseamos evolucionar en un marco de realidad diferente, un panorama más tranquilo, el Solsticio de invierno y todas las fechas propicias adquieren un significado más profundo.

Nuestra participación en la modulación de la energía es especialmente importante en estos momentos y se convierte en una responsabilidad personal y sagrada para la conciencia humana colectiva, el planeta, las criaturas y de nosotros mismos.

 
Con vigilancia mental e intención espiritual podemos mitigar los efectos negativos, invirtiéndolos y expandiéndolos a nuestro alrededor y por todo el planeta. Tenemos la elección de vivir en el amor y no en el odio.

 

La oscuridad no puede expulsar a la oscuridad;

 sólo la luz puede hacer eso.

El odio no puede expulsar al odio;

 sólo el amor puede hacer eso.

 

Martin Luther King hijo.

 
 Fuente Biblioteca Pléyades

viernes, 8 de enero de 2016

LOS ELEMENTALES


 
 

LOS ELEMENTOS Y SUS ESPIRITUS.

Si estudiamos los Elementos; Fuego, Aire, Agua y Tierra aprenderemos a conocerlos, eso contribuirá a que podamos vivir mejor, satisfacer nuestras necesidades y revitalizar nuestro campo energético. Ellos nos dan las pautas de cómo podemos controlar y encauzar nuestras energías.

Paracelso, médico y astrólogo, a quien Jung consideró un precursor de los psicólogos modernos, atribuía un espíritu de la naturaleza a cada uno de los elementos. Estos espíritus se encuentran en todas las mitologías del mundo y simbolizan como operan los elementos.

Esta es una pequeña referencia a los escritos de Paracelso y a los beneficios que podemos obtener trabajando con estas fuerzas:

Las Ondinas están consideradas como los espíritus del Agua. Y podemos aprender de ellas que; las personas de signos de Agua necesitan ser firmes con ellas mismas y, asimismo, que esa firmeza es la mejor forma de tratar a ese tipo de personas, especialmente cuando sus emociones están fuera de control.

Los espíritus del Aire son los Silfos y se les puede controlar mediante la constancia. Está claro que un enfoque definido y coherente de la vida es algo que los signos de Aire debieran cultivar, para ellos es difícil concretar un compromiso y es algo que tienen que resolver ya que es una gran paso para su evolución.

Los espíritus del Fuego son las Salamandras, y se las puede controlar principalmente mediante la placidez. Podíamos decir, que los signos de Fuego pueden controlar los usos extremos de su energía, cultivando conscientemente un estado tranquilo, armonioso y placido. Si consiguen aprender el arte de aceptar con calma la vida aquí y ahora, evitarían muchas tensiones y derroche de energía.

Los espíritus de la Tierra son los Gnomos, a los que se los ha de controlar mediante una jovial generosidad. Evidentemente, la jovial generosidad no es una cualidad que se encuentre en los signos de Tierra, y es por eso que todos pueden beneficiarse algo aprendiéndolo. Y, se puede añadir que la fuerza y la radiación máxima de los signos de Tierra resplandece cuando han asimilado esta cualidad en su naturaleza.

domingo, 3 de enero de 2016

NATURALEZA ENERGETICA.


 
 
Cuando estudiamos una Carta Natal es importante saber que los cuatro Elementos (Fuego, Aire, Agua y Tierra) nos permiten entender la naturaleza esencial de cada persona.

El Elemento del signo en el que se haya el Sol, nos revela donde está arraigada nuestra consciencia, con que reino de la experiencia estamos armonizando y de que campo de actividad deriva nuestro poder energético. También nos muestra lo que es “real” para el nativo,  ya que la creencia de lo que es real y lo que no lo es, determina donde la persona concentra su energía.

Como ejemplo tenemos que: los signos de Aire viven en el reino abstracto del pensamiento, para ellos un pensamiento es tan real como cualquier objeto material. Los signos de Agua viven en sus sentimientos, y es su estado emocional el que determina su conducta. Los signo de Fuego viven en un estado de actividad excitada e inspirada; y mantener ese estado del ser es crucial para que estén sanos y felices. Los signos de Tierra se afirman en el mundo material, y para ellos la sobrevivencia y producción es mucho más real que cualquier otro aspecto de la vida.

Podemos pues decir que: el Elemento de nuestro signo del Sol revela la fuerza interior básica que motiva todo lo que hacemos. Los signos de Aire son motivados por sus conceptos intelectuales. Los signos de Agua por sus anhelos emocionales más profundos. Los signos de Fuego por sus inspiraciones y aspiraciones. Los signos de Tierra por sus necesidades materiales.

Si sabemos utilizar la energía que nos proporciona nuestro signo del Sol, recargamos y alimentamos nuestro campo energético. Por el contrario si no sabemos utilizar dicha energía, al igual que las energías indicadas por la ubicación elemental de los otros planetas y ascendente, nos sentiremos agotados, irritables y más vulnerables a los trastornos físicos y psicológicos.

De modo genérico veamos cómo podemos “recargarnos” de energía:

Los signos de Tierra necesitan poner los pies en el barro de vez en cuando, estar cerca de la naturaleza y sintonizarse con el poder de crecimiento de árboles y plantas.

Los signos de Aire necesitan aire limpio, sutil y muy eléctrico para recuperarse, una cualidad de la atmosfera que nunca se encuentra en nuestras ciudades, ese tipo de aire está disponible en las montañas, donde no solo es limpio sino también más seco y refrescante.

Los signos de Agua sienten que vivir demasiado lejos de un río, lago u océano es como vivir en el desierto. Están a sus anchas psíquica y emocionalmente cuando tienen la oportunidad de sumergirse regularmente en agua, o al menos estar en presencia de agua.

Los signos de Fuego necesitan estar al aire libre, bajo el Sol, impregnándose del fuego radiante del Sol. Necesitan también permanecer físicamente activos a fin de conectarse con su energía ardiente. Un signo de Fuego que tenga que permanecer enjaulado durante mucho tiempo o que no tenga la oportunidad de movimiento físico vigoroso se sentirá sin energía y debilitado. Esta energía del fuego puede también almacenarse durante los meses estivales, para usarla después, durante el tiempo más frio.

Los cuatro elementos simbolizan tipos de personas tipos de personas que “metabolizan la experiencia en diferentes proporciones y de distintos modos” Estos diferentes enfoques de experiencia inducen a estos cuatro tipos de personas a que en sus vidas traten los problemas y obstáculos de forma diferente.

Los signos de Aire tienden a elevarse sobre el conflicto y a flotar alrededor de él. Aunque se ofendan con la persona que les creo el problema suelen salir del conflicto airosamente.

Los signos de Agua intentan evitar los conflictos (con excepción de algunos Escorpios). Tienden a fluir alrededor del conflicto, debajo o sobre él, o si falla todo lo demás, a desgastar lentamente a la persona o cosa que está en su camino. Sin embargo Escorpio busca a menudo desafíos y problemas, comprendiendo subliminalmente que tales desafíos ponen de manifiesto su fuerza  y recursos.

Los signos de Tierra, sólidos por naturaleza, tienden a desdeñar el conflicto, prefiriendo absorber el embate más fuerte del problema. Sin embargo, si los ponen contra la pared, son capaces de golpear duramente el obstáculo con todas sus fuerzas. Esto es particularmente cierto en Tauro, la tierra fija, que nunca buscará conflictos pero que es capaz de una potencia y una ira sorprendentes si lo acosan demasiado.

Los signos de Fuego tienden a superar los obstáculos, a incendiarlos o amedrentarlos mediante despliegue de fuerza. Raras veces evidencian una conducta que pudiera denominarse discreta, responden a las situaciones con intensidad, deseando una acción directa en la solución de los problemas, y tendiendo más al impulso que a la deliberación.

Como vemos, comprender los elementos puede contribuir a autoconocernos, mostrándonos cómo podemos vivir mejor, satisfacer nuestras necesidades y revitalizar nuestro campo de energía.